Vacas flacas. Para todo dios.
En cuanto empieza a doblarse la realidad, empiezan las muescas, las grietas, y hasta que al final acaba jodiéndose. Pero esto mucho tiene que doblarse para que acabe cascando, por mis santos cojines de flores.
En el curro, mi puesto no peligra, que en estos momentos es de una consideración considerable, considerando la poca consideración que hay por el empleo de un tiempo a esta parte. Que se ha puesto todo el mundo loco, pero afortunadamente vivo de un negocio que no debe preocuarse en exceso. Porque es un negocio de puta madre. Con mi humilde labor diaria, excepto cuando estoy de semana libre, procuro que la pequeña corrupción de mi parte de Sistema se afiance y unos pocos se enrriquezcan a costa de la miseria de otros. A tope. Y por desgracia divina, tengo unos compañeros de trabajo que son unos trabajadores extraordinarios, y juntos cumplimos todos los objetivos a los que nuestra labor aspira. Haciendo que el negocio sea fiable, y rentable. Muy rentable.
En casa. Hay un fantasama enorme, feo, horroroso, que va a tener que ser exortizado. Es el fantasma de la presidencia de la comunidad. No Patxi Lópezasagoitibarretxe, que también es un fantasma pero de muchisímo menor poder, sino la presidencia de mi comunidad de vecinos. Lleva un año dando vueltas por casa, de la habita azul, a la esquina oscura del salón, y vuelta a la habita azul, con forma de caja de plástico trasparente con cuadernos y una caja de metal, que debe ser el oscuro corazón de ese ser infecto. Sus apariciones cada vez son más frecuentes, y poco a poco está haciéndose corpóreo. Va a ser una dura batalla, en la que no hay ayuda de los Cazafantasmas que valga.
Aparte de este bello panorama que se extiende ante mis ojos, aparte de perspicacias de la salud y de movimientos extra en las comunicaciones, la Confianza parece que empezará a acercarse paulatinamente. Mejor así a que se quede estancada en el cieno. Y en realidad esta parte es la más importante de todo. La poca luz que tintinea es la que hace olvidar el potente foco de la oscuridad.
El ermitañismo se está haciendo fuerte. En eso no hay duda. El circo y la noviolencia esperan pacientemnte a la hora en la que el ermitaño pase cerca de la entrada de su agujero para alumbrar los escenarios. En el barrio han puesto cámaras en una calle. 19 en una calle estrecha y corta.
Vacas Gordas. Bóvidos atocinados.
martes, 24 de marzo de 2009
domingo, 8 de marzo de 2009
Dos mierdecillas
En mi casa somos varios seres vivos. Unas pocas plantas, con una mortalidad por encima de lo deseable, cuatro animales autorizados a vivir aquí, y algunos animales que no están autorizados, pero que de vez en cunado se pasean por la zona.
De los cuatro invitados, dos somos humanos, y dos son gatos. La entrada de hoy es para ellos. Son una gata y un gato, hermanos de la misma camada, crías de una gata que se llama Piruleta, de un baserri de Meñaka Barrena.
Caminaba un día por la calle cuando vi un papel escrito a boli y rotu negro que decía "Se regalan gatos" y un número de móvil. Llamé porque por esos días estábamos pensando en conseguir un gato, con la intención de acabar con la ruta de comercío roedor en la que se había convertido la casa. Resultó que era una chavala de unos 16 años, que tenía cinco gatitos en el baserri y que su padre había amenazado con expulsarlos metidos en una bolsa.
Estuvimos en la cocina de aquel baserri, mientras cinco bolas de pelo cada una de un color seguían a su madre, preocupada en conseguir hacerse con un poco del pollo que estaban preparando para comer en la mesa. No tardamos ni cinco minutos en decidir que serían esas dos mierdecillas que se habían atrevido a acercarse a nosotros las elegidas. Una mierdecilla negra y otra blanca con antifaz negro con una mancha negra con forma de flor en mitad del lomo.
Se metieron en una caja de cartón sin tapa y con una toalla sin que nadie les cogiera. Estaba claro, esas dos criaturillas sabían que quedarse en aquel baserri iba ser su ruina, e iban a coger el primer tren que pasara, y éramos nosotros.
Así de esta manera llegaron a casa estos dos seres, gata y gato, que se llaman Rita y Jeibor. Si veo que me animo en algún otro día contaré alguna experiencia de la convivencia con estos dos singulares especímenes del Universo Gatuno.
De los cuatro invitados, dos somos humanos, y dos son gatos. La entrada de hoy es para ellos. Son una gata y un gato, hermanos de la misma camada, crías de una gata que se llama Piruleta, de un baserri de Meñaka Barrena.
Caminaba un día por la calle cuando vi un papel escrito a boli y rotu negro que decía "Se regalan gatos" y un número de móvil. Llamé porque por esos días estábamos pensando en conseguir un gato, con la intención de acabar con la ruta de comercío roedor en la que se había convertido la casa. Resultó que era una chavala de unos 16 años, que tenía cinco gatitos en el baserri y que su padre había amenazado con expulsarlos metidos en una bolsa.
Estuvimos en la cocina de aquel baserri, mientras cinco bolas de pelo cada una de un color seguían a su madre, preocupada en conseguir hacerse con un poco del pollo que estaban preparando para comer en la mesa. No tardamos ni cinco minutos en decidir que serían esas dos mierdecillas que se habían atrevido a acercarse a nosotros las elegidas. Una mierdecilla negra y otra blanca con antifaz negro con una mancha negra con forma de flor en mitad del lomo.
Se metieron en una caja de cartón sin tapa y con una toalla sin que nadie les cogiera. Estaba claro, esas dos criaturillas sabían que quedarse en aquel baserri iba ser su ruina, e iban a coger el primer tren que pasara, y éramos nosotros.
Así de esta manera llegaron a casa estos dos seres, gata y gato, que se llaman Rita y Jeibor. Si veo que me animo en algún otro día contaré alguna experiencia de la convivencia con estos dos singulares especímenes del Universo Gatuno.
Suscribirse a:
Comentarios (Atom)